¡Llámanos!

En estos tiempos difíciles, los productos del diseño y la arquitectura se transforman muy pronto, pero el ejercicio y la enseñanza de estas profesiones no parecen hacerlo con la misma velocidad. Puede que pasemos de la enseñanza y el trabajo presencial al remoto, pero este es un cambio de forma, impuesto y reactivo; no es un cambio sustancial, ni voluntario, ni propositivo. Han sido tan difíciles los tiempos que nuestros cambios se dan con el acomodo, la resignación o el padecimiento de la situación.

En cuanto a los nuevos productos para los tiempos de crisis, están surgiendo conceptos para respaldarlos y diseños ingeniosos y bienintencionados para formalizarlos; pero desafortunadamente la gran mayoría de estos conceptos y diseños que aparecen en la prensa o en las cuentas de Instagram de arquitectos y diseñadores, se van a quedar en el espacio virtual o en el papel.

Como pinta la cosa no habrá presupuestos ni clientes que los comisionen, desarrollen o edifiquen. Por lo tanto, no es suficiente que por estos tiempos cambiemos el objetivo de nuestros productos; que dejemos de diseñar centros culturales u objetos ornamentales, y comencemos a diseñar unidades de cuidados intensivos y máscaras de protección; o que dejemos de diseñar ciudades para la movilidad y comencemos a diseñar ciudades para la equidad. En estos tiempos el ejercicio de nuestras disciplinas requiere ajustes estructurales.

Durante siglos y alrededor del mundo nuestros principales desempeños en estas disciplinas de la creación material se miden, se pagan y se valoran por los productos que diseñamos; por nuestra capacidad creativa al servicio de la producción material. Sean productos de moda, calzado, mobiliario, objetos utilitarios u ornamentales, viviendas, espacios públicos o edificaciones; se trata de una producción que depende, como otras en apuros, del consumo de bienes.

Por supuesto que en estas disciplinas hay excepciones y a estas excepciones me quiero referir. Los tiempos difíciles demandan que pongamos nuestra atención, orientemos la formación y el ejercicio de estas profesiones creativas hacia otros escenarios. Invito a los arquitectos y diseñadores a que de manera urgente y contingente pensemos nuestras profesiones no en función de los productos que podemos diseñar sino en función de los servicios que podemos prestar.

Tras la guerra de los Balcanes, Arquitectura para la Humanidad convocó a un concurso de vivienda transitoria para la población que regresó a Kosovo y que encontró todo en ruinas. La mayoría de propuestas constaba de ingeniosos y originales diseños, todos ellos impecablemente presentados. Una, sin embargo, era muy diferente y por esta razón llamó toda mi atención. En la plancha estaban dibujados en grande un teléfono móvil y una caja de herramientas. La firma de arquitectura que realizó la propuesta estaba ofreciendo a la población de Kosovo algo más que un producto de diseño; estaba ofreciendo sus servicios en diseño por el tiempo que fuera necesario y con las particularidades que cada caso demandara.

Estos tiempos ameritan que sin dejar de pensar en productos que con fines benéficos o solidarios alguien quiera desarrollar o edificar, prioricemos los servicios que podemos ofrecer. Puesto que ya no podremos contar con comisiones de 10 cifras, tendremos que poder hacer diseño y arquitectura con poco y para ello se requerirá una combinación de recursividad y creatividad.

Mi propuesta es que ofrezcamos nuestros servicios para adecuar a las circunstancias la producción material existente. Y aquí no me refiero a remodelar. Me refiero a re-pensar los bienes de consumo que nos rodean. Habilitar, por ejemplo, espacios y objetos existentes para la producción y consumo seguro de los alimentos, para lidiar con el hacinamiento, para garantizar acceso a servicios básicos, para el trabajo productivo y a distancia, para el confinamiento, la distribución, la desinfección, para la prestación de servicios varios en domicilios, toma de muestras, honras fúnebres, formación remota, juegos infantiles, practicas deportivas, etc.

Propongo además que no consideremos que el fin de nuestros esfuerzos termina con los diseños en el papel y que prioricemos la ejecución con nuestras propias manos o mediante asesorías remotas en procesos que van desde la consecución de materiales disponibles y reutilizables, la optimización de las cosas que nos rodean hasta la concreción espacial y material de nuestras necesidades cotidianas mas urgentes.

Lo que les propongo no es nuevo. Hay movimientos y colectivos que de manera marginal lo hacen. Durante años y con un grupo interdisciplinar de docentes colegas desarrollé talleres de formación en diseño y arquitectura que atendían a esta premisa: priorizar la faceta de servicio sin abandonar la producción material. Los estudiantes de nuestros talleres adecuaron los carritos de vendedores ambulantes en situación de discapacidad; utilizaron material de reciclaje para co-construir aparatos de ejercicio en casas y espacios de trabajo de algunos celadores; asesoraron por teléfono y con fotos de ida y vuelta a una familia en situación de vulnerabilidad y a cientos de kilómetros para que pudiera construir un muro dentro de una casa en riesgo de colapso. En todos los casos los estudiantes llevaron a la realidad los proyectos de diseño y de arquitectura prestando sus servicios en procesos de co-diseño y co-construcción con los usuarios.

Para la reactivación necesitaremos arquitectura y diseño proactivas y en perspectiva de servicio y esto no significa que la arquitectura y el diseño como las conocemos y con énfasis en la producción material deban desaparecer. Muy por el contrario, la reactivación necesitará más adelante una producción material sustantiva y en una versión mejorada: más sostenible, creativa, recursiva e interdisciplinar. Volverá el tiempo de la emocionante y responsable producción material en arquitectura y en diseño. Ya vemos la siembra de increíbles conceptos y productos en las redes y en la prensa, pero entre tanto necesitamos fortalecer la vocación de servicio en nuestras disciplinas creativas.

Una de las consideraciones de diseño más importantes que los arquitectos residenciales tienen la responsabilidad de abordar es la accesibilidad, asegurando que las personas en situación de discapacidad puedan vivir cómodamente en su propia casa sin impedimentos que bloqueen la funcionalidad básica del hogar. La accesibilidad para usuarios de sillas de ruedas es una preocupación arquitectónica particularmente importante debido a sus requisitos espaciales y materiales, inalterables y necesarios. Debido a que garantizar la comodidad de todos los usuarios, incluidos las personas con discapacidad, es una de las obligaciones esenciales de todos los arquitectos, el diseño para usuarios de sillas de ruedas debe hacerse con la máxima atención y cuidado, especialmente en entornos residenciales. A continuación, delineamos una serie de estrategias para diseñar pisos para la circulación de sillas de ruedas, ayudando a los arquitectos a entregar una máxima comodidad y accesibilidad.

Los pisos residenciales que se adaptan con éxito a usuarios en sillas de ruedas entregan espacio para moverse, rotar y acceder a electrodomésticos y superficies. Por lo tanto, las dimensiones mínimas de ancho y radio de giro reaparecen continuamente en casi todos los aspectos del diseño residencial accesible. Los pasillos abiertos y las circulaciones deben ser continuos, sin obstáculos, reduciendo los cambios bruscos de pendiente y dando preferencia a las transiciones suaves entre las diferentes áreas. Finalmente, los pisos que favorecen la circulación de sillas de ruedas deben estar hechos de materiales antideslizantes, amigables para el uso prolongado de sillas de ruedas.

Rutas accesibles y radios de giro

Según los estándares ADA (American with Disabilities Act), cada unidad de vivienda residencial debe contener al menos una ruta accesible que conecte todos los espacios y elementos para garantizar que los usuarios de sillas de ruedas puedan acceder a todas las funciones de la vivienda. Dichas rutas pueden incluir superficies -caminables- de baja pendiente, rampas, elevadores o plataformas elevadoras. Cada una de estas rutas también requiere de ciertas dimensiones mínimas para facilitar la circulación accesible para sillas de ruedas. Las superficies accesibles deben tener un ancho mínimo de alrededor de 90 cm (36 pulgadas), una pendiente no mayor a la razón 1:20 y una pendiente transversal no mayor a 1:48. Como revisamos en un artículo anterior, aunque 90 cm es el mínimo, un ancho de 150 cm (o 60 pulgadas) adaptara más cómodamente todas las necesidades de accesibilidad. Por supuesto, estos corredores también deben estar libres de obstáculos.

En viviendas con varios pisos, las escaleras obviamente no son accesibles para usuarios de sillas de ruedas. En cambio, los arquitectos pueden incorporar rampas, elevadores o plataformas elevadoras para cumplir con las pautas de la ADA. Al igual que las superficies caminables, el ancho de una rampa debe ser de un mínimo de 90 cm y la pendiente transversal no debe exceder 1:48. Sin embargo, la pendiente máxima de carrera es 1:12, no 1:20. Además, las dimensiones de la cabina del elevador debe tener un mínimo de 100 cm de ancho (42 pulgadas) y cerca de 140 cm de profundidad (54 pulgadas), mientras que los elevadores de plataforma deben tener un mínimo de 75 x 120 cms (30 x 48 pulgadas). Para obtener detalles más específicos sobre cada una de estas opciones, los arquitectos deben consultar las normativas locales.

Las rutas accesibles también deben incorporar radios de giro lo suficientemente anchos para que los usuarios las puedan usar. Para las rutas que giran en 180 grados alrededor de una pared o un objeto, el corredor debe tener un mínimo de 100 cm de ancho, mientras que el área de giro debe tener un mínimo de 120 cm de ancho. Si el corredor tiene solo 90 cm de ancho, el área de giro debe tener un mínimo de 150 cm de ancho. Para las áreas que requieren de giros de menos de 180 grados y utilizan, en su lugar, un espacio de giro circular o en forma de T, el diámetro o el ancho deben ser un mínimo de 150 cm, como se ilustra en detalle en el Capítulo 3 del Estándar ADA 2010.

En resumen, las viviendas con circulaciones adecuadas para sillas de ruedas incorporan al menos una ruta accesible continua que da acceso a todas las áreas de la unidad, que pueden incluir radios de giro específicos para sillas de ruedas o elementos de varios niveles.

Dormitorios

Cada uno de los espacios de la vivienda debe estar diseñado de manera similar, con un amplio espacio para que los usuarios de sillas de ruedas puedan habitarlos cómodamente. Los arquitectos pueden diseñar habitaciones accesibles a través de una serie de pasos relativamente simples. Todas las áreas de giro, como se indicó anteriormente, deben contar con al menos 150 cm de espacio libre; por ejemplo, alrededor de las esquinas de la cama, escritorios o cajones. Nuevamente, todos los corredores deben tener al menos 90 cm de ancho. Por supuesto, vale la pena señalar que las circulaciones no son el único aspecto que se debe considerar. En conjunto, la circulación de las habitaciones individuales seguirá las pautas enumeradas anteriormente, pero los muebles específicos de cada habitación también deben modificarse. En el dormitorio, por ejemplo, los armarios y cajones deben estar diseñados para acomodarse la altura y el alcance de los usuarios de sillas de ruedas. Los armarios diseñados específicamente para deben incluir barras de ropa más bajas, habitualmente alrededor de los 75 cm de alto.

Cocina

Diseñar cocinas excepcionales es una tarea difícil incluso sin tener en cuenta la accesibilidad: los patrones de cocción a menudo son muy elaborados y dependen en gran medida de la circulación rápida entre diferentes electrodomésticos. Los electrodomésticos y los espacios de trabajo de la cocina generalmente presentan requisitos específicos que deben modificarse para acomodar a los usuarios de sillas de ruedas. El primer y más obvio paso es nuevamente ajustar el área de movimiento de la silla de ruedas. Para las cocinas donde los mesones o gabinetes están en lados opuestos, el espacio entre estos dos lados debe ser de un mínimo de 100 cm. Sin embargo, para cocinas en forma de U, con tres lados cerrados, el espacio libre debe ser de 150 cm como mínimo.

Además, la movilidad al interactuar con superficies de trabajo o aparatos específicos también requiere mucha atención. Bajo las superficies de trabajo y de electrodomésticos de la cocina, los arquitectos deben incluir un espacio libre que permita un acercamiento por parte del usuario utilizando su silla. Esto implica dejar un mínimo de 75 x 120 cm de espacio libre en el piso frente a la superficie o el electrodoméstico. Además, este espacio libre debe estar ubicado junto a una ruta accesible. Los métodos para medir tales espacios son muy específicos y pueden incluir o no el espacio debajo de un gabinete o electrodoméstico si está elevado por sobre el suelo. Si los arquitectos eligen incluir este espacio, también deben abordar las pautas de diseño espacial para los pies y las rodillas. Estos espacios requieren sus propios conjuntos de dimensiones para calificar como parte del espacio libre, y estas sección de la normativa debe ser estudiada en detalle. En esta sección también se enumeran más requisitos para electrodomésticos específicos, como lavavajillas, placas de cocción, hornos y refrigeradores.

Al igual que con el dormitorio, los muebles de cocina para usuarios de sillas de ruedas también deben satisfacer ciertos requisitos de altura y alcance. Las superficies de trabajo de la cocina, por ejemplo, deben estar a una altura máxima de 85 cm sobre el suelo.

Baños

Al igual que las cocinas, los baños son otra área de las viviendas que deben seguir requisitos específicos de movilidad y circulación. Para la circulación general, el diámetro de giro de los espacios debe ser nuevamente de 150 cm como mínimo, mientras que los corredores deben tener al menos 90 cm de ancho. Además, cada accesorio, al igual que en las cocinas, debe dejar un espacio libre bajo ellos. Las bañeras accesibles requieren de un espacio mínimo de 75 cm en toda su longitud. Los inodoros requieren de un espacio libre de 150 cm como mínimo desde la pared lateral y 140 cm desde la pared posterior. Además, todos los elementos de un baño accesible para sillas de ruedas, como duchas, bañeras, inodoros y lavamanos, deben incluirse en un único espacio, de modo que los usuarios tengan que viajar a diferentes baños para acceder a cada accesorio.

Para obtener recomendaciones más específicas sobre cómo diseñar los accesorios de baño, especialmente las duchas y los inodoros, que presentan detallados requisitos de asientos y barras de apoyo, puedes revisar –de nuevo– las pautas de la ADA.

Materiales

Todas las rutas y habitaciones accesibles deben tener pisos que sean estables, firmes y antideslizantes, como se describe en el Capítulo 3 del Estándar ADA 2010. Aunque puede parecer menos obvio que los materiales de los pisos son parte esencial de la accesibilidad, los pisos resbaladizos pueden dañar seriamente a los usuarios y sus sillas de ruedas. Los pisos estables, firmes y antideslizantes no se dañan por la fuerza, como el peso de la silla de ruedas, resisten la deformación y tienen suficiente fricción para que puedan usarse de manera segura. Los mejores materiales de piso para estos extremos son pisos de madera sólida o de ingeniería, los pisos vinílicos o los pisos cerámicos. Los pisos de madera sólida son fáciles de mantener y se pueden renovar si se rayan con la circulación de la silla. Además, los acabados raspados a mano o desgastados para pisos de madera pueden aumentar el coeficiente de fricción de la superficie y evitar el deslizamiento. Los pisos vinílicos son menos costosos pero igualmente resistentes al deslizamiento, aunque no pueden repararse si están dañados. Sin embargo, pueden reemplazarse fácil y económicamente. Finalmente, los pisos cerámicos son extremadamente duraderos, y las baldosas antideslizantes con textura son resistentes al deslizamiento y firmes. El tamaño ideal del azulejo para evitar daños es de 5 cm cuadrados.

La pandemia del coronavirus ha traído varios cambios en nuestra vida; el tener que pasar jornadas enteras en casa, hacer teletrabajo y la educación virtual son algunas de ellas. Por lo que las tendencias inmobiliarias apuntan a hacer más llevadero este estilo de vida para el cual la mayoría no estaba preparado.

A raíz de esto han surgido nuevos requerimientos de parte de los compradores como áreas comunes más amplias en edificios, así como salas de estudio que permitan trabajar o llevar clases de forma más adecuada. Sobre estas tendencias, Mauricio Caballero, gerente de la división inmobiliaria de Besco, nos habla de estos nuevos requerimientos en proyectos de vivienda social. “Las áreas comunes están siendo más valoradas pues en estos espacios los propietarios se podrán desconectar de sus labores o pasar momentos en familia”, señala.

Asimismo, en tiempos en los que hacer teletrabajo será cada vez más común, el especialista comenta que áreas como el balcón serán más valorados al momento de decidir por una compra. “Hoy sus usos van desde espacio de trabajo, recreación, deportivo y hasta de encuentro con los vecinos”, comenta.

Otras zonas que serán más requeridas en los proyectos de viviendas serán los estacionamientos para bicicletas, ya que su uso será más fomentado, así como el espacio de recepción de paquetes, que en algunos casos se han improvisado desde que se aprobó la venta.

Por otro lado, en vista que para muchos el teletrabajo ha llegado para quedarse, habrá quienes busquen edificios que ofrezcan área de coworking. De esa forma no tendrán que trabajar en su misma vivienda, sino que se desplazarán a estos espacios tipo oficina para hacer sus actividades.

Finalmente, Caballero destaca la importancia del uso de fibra óptica para asegurar una velocidad de internet óptima, ya que ayuda a agilizar la comunicación y reduce los problemas de conectividad cuando varios dispositivos son usados a la vez.

En 1977, un artículo escrito por Carter B. Horsley para The New York Times proclamaba el -auge de los glamorosos ladrillos de vidrio-. Considerados alguna vez como un material -de segunda categoría-, los ladrillos de vidrio comenzaban a ganar aceptación entre los arquitectos en proyectos residenciales y de restaurantes, debido a esa translucidez que entrega a su vez privacidad, interés visual y sentido del orden. Después de un uso breve pero generalizado, en la actualidad muchos asocian el material con estilos arquitectónicos anticuados de los 80; estética que pocos parecen interesados ​​en revivir. Sin embargo, algunos arquitectos contemporáneos han comenzado a utilizar este material de formas innovadoras y claramente modernas, ya sea para crear baños elegantes y minimalistas, bares y restaurantes industriales, ventanas residenciales vintage o incluso fachadas urbanas experimentales. Como dijo Horsley, parece que los glamorosos ladrillos de vidrio están en auge, nuevamente.

¿Qué es un ladrillo de vidrio?

El ladrillo de vidrio, también llamando bloque de vidrio, es un elemento arquitectónico de vidrio que admite el paso de la luz mientras mantiene la privacidad visual debido a sus propiedades translúcidas. La patente original para el ladrillo de vidrio, presentada en 1907, lo describe como el resultado de un proceso de fusión de dos secciones de vidrio en un solo bloque con un interior hueco. Esta combinación única facilita la translucidez del material y, por lo tanto, sus propiedades de luz y privacidad, así como sus cualidades aislantes, la amortiguación del sonido, el aislamiento energético y su resistencia al fuego. Estos bloques pueden ser de una gran variedad de tamaños, pero generalmente tienen un grosor de entre 5 y 8 centímetros. Durante el proceso de fabricación, los bloques pueden ser modificados de varias maneras, generando distintos efectos estéticos o niveles de transparencia, variando la textura o el color de los bloques, creando diferentes formas (como hexágonos), e incluso curvando los bloques para moldear un diseño predeterminado. De manera similar, es posible agregar esmaltes o inserciones a cada bloque, y se pueden imprimir patrones en el espacio interior o en la superficie exterior mientras se enfría.

Por lo general, un muro o ventana de ladrillos de vidrio se compone de una suma de bloques idénticos. Se ensamblan con relativa facilidad y se pueden fijar con diferentes métodos, siendo el mortero a base de cemento Portland, con varillas de acero de refuerzo, el más utilizado. En Europa, los ladrillos de vidrio se fabrican según la norma europea EN1052-2, mientras que la norma internacional es ISO TC 160 / SG1. Estas normas clasifican los ladrillos de vidrio en tres categorías según la calidad de su fabricación.

La Historia del ladrillo de vidrio

La historia del ladrillo de vidrio es compleja, y el material presenta variaciones mucho antes de su patentado en 1907. Durante siglos, los barcos utilizaron -prismas- para entregar luz solar natural debajo de sus cubiertas. Estas consistían en prismas de vidrio dispuestas en la cubierta, refractando y dispersando la luz natural en el espacio inferior sin debilitar los tablones, y solucionando los problemas que ocasionaban las velas y las lámparas de queroseno, que constituían un gran peligro de incendio para los barcos de madera.

Siguiendo este precedente, desde principios hasta mediados del siglo XIX, algunas ciudades comenzaron a incorporar prismas de acera en sus pavimentos, permitiendo que la luz solar ingrese a los espacios subterráneos abovedados. La Estación Penn original, ahora mayormente demolida, utilizaba prismas –llamadas vault lights en los Estados Unidos– en el piso de su explanada central, dejando que la luz de su techo de acero y cristal alcanzará las vías de trenes inferiores.

Finalmente, a fines del siglo XIX, Gustave Falconnier patentó el primer bloque de vidrio hueco, denominado Falconnier Hollow Glass Bricks. A diferencia del ladrillo de vidrio moderno, que se fabrica combinando dos piezas de vidrio, los ladrillos Falconnier eran huecos solo donde se soplaba el vidrio, lo que lo hacía menos resistente y duradero. Estos ladrillos se utilizaron principalmente para la construcción de invernaderos y como material de relleno para edificios.

Estos tres precedentes fueron fundamentales para la creación del bloque de vidrio moderno, a principios del siglo XX. Derivado de su efecto translúcido, la función de iluminación de los prismas de cubierta y acera, y las primeras aplicaciones arquitectónicas de los ladrillos Falconnier, el ladrillo de vidrio no fue de ninguna manera una invención aislada, sino que es la sumatoria de una serie de innovaciones preexistentes.

A medida que el bloque de vidrio iba siendo perfeccionado, a inicios del siglo XX algunos arquitectos pioneros comenzaron a utilizar cada vez más este nuevo material. El pabellón de cristal de Bruno Taut, para la exposición Werkbund de 1914, presumía sus paredes de ladrillo de vidrio. Lo mismo hizo la famosa Maison de Verre, diseñada en 1928 por los arquitectos Pierre Chareau y Bernard Bijvoet. Más tarde, construido para la Exposición Chicago Century of Progress de 1933, el edificio de bloques de vidrio Owens-Illinois incluyó una torre de bloques de vidrio de colores de 15 metros de altura. En ese momento, los bloques de vidrio simbolizaban para muchos una especie de visión utópica para el futuro arquitectónico. Si bien esta novedad pudo haberse desvanecido casi un siglo después, las propiedades de los ladrillos de vidrio siguen siendo igual de útiles hoy en día.

Beneficios del ladrillo de vidrio

Hoy en día, los arquitectos continúan utilizando ladrillos de vidrio por una gran cantidad de razones; una de ellas es, por supuesto, su valor estético. Con su aspecto único y su capacidad de difundir la luz, las paredes y ventanas de bloques de vidrio no solo son declaraciones estéticas en sí mismas, sino que también pueden mejorar la iluminación y la calidad ambiental de todo un espacio. Debido a estas ventajas, los ladrillos de vidrio también pueden utilizarse en una amplia gama de programas, desde casas residenciales hasta estructuras comerciales. Un ejemplo sorprendente de un edificio comercial que utiliza ladrillos de vidrio es la fachada de Shanghai Ports 1961 de UUfie, entregando un toque audaz y contemporáneo a una tienda que es literalmente resplandeciente. Del mismo modo, mientras la estación Penn original se encuentra en ruinas, la estación Wilhelm-leuschner-Platz de Max Dudler, construida en 2012, incluye paredes y techos de ladrillo de vidrio que llevan luz natural a un vestíbulo subterráneo. De forma más modesta, la Casa en Barcelona de Ferrolan LAB incluye grandes ventanas de ladrillo de vidrio, iluminando el interior y formando una fachada residencial poco convencional.