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Querétaro, Qro. El suelo industrial cimentado en Querétaro crecerá 25%, dado que están en desarrollo 1,000 nuevas hectáreas que se añadirían a las 4,000 existentes.

Actualmente, en la entidad radican 45 parques industriales que integran 4,000 hectáreas, mismas que se encuentran a 93% de su capacidad, explicó el secretario de Desarrollo Sustentable (Sedesu), Marco Antonio Del Prete Tercero.

A esta superficie se añadirán 1,000 hectáreas que están en desarrollo por medio de siete parques industriales que se encuentran en proceso de construcción.

“(Hay) siete parques industriales que están en desarrollo, que representarían otras 1,000 hectáreas aproximadamente; entonces estamos hablando de que podríamos llegar a tener un inventario instalado de 5,000 hectáreas para uso industrial, estos parques están en proceso, no todos estarían inaugurando este año”, declaró.

El secretario estatal destacó que al inicio de año se inauguró el parque Vesta, al que se añaden proyectos que están en proceso de edificación y que se encuentran en torno al Aeropuerto Intercontinental de Querétaro, en los municipios tanto de Colón como El Marqués.

Asimismo, acotó, hay proyectos que se sitúan en la capital del estado y en los municipios de San Juan de Río y Pedro Escobedo.

Los proyectos en desarrollo varían de acuerdo con su tamaño y dentro de ellos tienen diversos tipos de edificaciones, desde naves industriales de menor dimensión hasta grandes naves o plantas de producción.

El tiempo de ejecución de las obras, dijo, dependerá de los desarrolladores; sin embargo, por medio de la secretaría se han emitido seis autorizaciones.

“Hay buena disponibilidad para todo tipo de industria. Para industria pequeña hay parques con naves más pequeñas y parques con superficies extensas para instalación de naves más grandes”, explicó.

Suelo industrial se expande en Querétaro

Desarrollo

En Pedro Escobedo, uno de los municipios con escaso desarrollo industrial, se confirmó la construcción de dos nuevos parques, cada uno con una superficie de 50 hectáreas, por lo que ambos sumarían 100 hectáreas de suelo industrial.

Los desarrolladores —refirió— suelen trabajar bajo las necesidades de las empresas, desarrollando un modelo de renta de inmobiliarios, especialmente para firmas que por estrategia optan por no contar con activos inmobiliarios en la entidad.

“Se la rentan para que la empresa no tenga activos inmobiliarios. Por estrategias propias de las empresas es un modelo que está funcionando ahorita, pero también hay muchos desarrollos en procesos de venta y construcción, particularmente del propio empresario”, mencionó.

Los 45 parques y zonas industriales de Querétaro se concentran mayormente en el área metropolitana; en los municipios de El Marqués se ubica la mayor proporción (19), seguido de los de Querétaro (11), Colón (cinco), Corregidora, San Juan del Río (con cuatro cada uno), Huimilpan y Cadereyta de Montes (con uno, respectivamente), expone el Anuario Económico del estado 2018.

La industria de la construcción es una de las más tradicionales y lleva ese título con mucha honra. Eso le ha permitido, entre otras cosas, mantenerse como una de las principales actividades económicas en todo el mundo, tanto en la riqueza que genera como en la cantidad de empleos que dependen de ella y ha salido avante (como industria) de grandes crisis económicas mundiales, y de cambios tecnológicos que han desaparecido sectores industriales completos de un plumazo.

La clave para las empresas es comprender que no deben ser constructoras de edificaciones específicas, pues eso sí las pone a merced de una decisión política (eliminación del subsidio a la vivienda, por ejemplo) o de una tendencia generacional (los millenials, centenialls o similares que aspiran a un modo de vida en el que no caben bien ni las casas tradicionales, ni las hipotecas). Lo que este sector económico controla, junto con toda la industria inmobiliaria, es la transformación, administración e innovación del espacio físico, del espacio vital donde las personas realizan todas sus actividades sociales, económicas, espirituales y casi cualquier otra. Y eso jamás pasará de moda, porque no es una tendencia, sino una necesidad humana básica de todos los tiempos.

Que tenga la garantía de permanencia, empero, no significa que los ejemplos de constructoras particulares puedan sobrevivir sin adecuarse al entorno. En los tiempos que vivimos, dos temas se han vuelto aristas neurálgicas para proyectar la viabilidad del negocio a largo plazo: la integración tecnológica y la sustentabilidad ambiental. Dedicaremos este artículo a hablar de esta última, debido a que ha sido motivo de controversia por los microsismos sufridos en la Ciudad de México hace algunos días.

Luego del fenómeno, una posible explicación se hizo bastante popular en los medios: los sismos ocurrieron por las obras y la extracción permanente de agua del subsuelo de la capital. De ahí, se siguió el ciclo noticioso normal, donde los columnistas citaron términos geológicos sin saber qué significaban y otros los refutaban con la misma técnica. Es lo de menos. Lo importante es que va ganando cada vez más visibilización la responsabilidad social que tienen la industria de la construcción y el propio gobierno para garantizar su cumplimiento.

Buscando artículos académicos sobre la planeación de la eficiencia acuífera en la industria de la construcción, me fue muy difícil encontrar textos latinoamericanos que hablaran sobre el tema y que no fueran notas periodísticas o llamados a misa en un contexto general de que tirar el agua está teniendo consecuencias cada vez más riesgosas en el corto plazo. Específicamente, sobre el manejo de sustentabilidad del agua en el sector de la construcción en México, nada.

El mejor texto que econtré fue uno de 2014, de investigadores de una universidad de Sri Lanka. Los hallazgos fueron desalentadores. Según ellos, las partes interesadas en el sector (stakeholders) reconocen que no está aún desarrollada la línea de planeación ni ejecución de construcciones basadas en la eficiencia del uso de agua y la subsumen, en el mejor de los casos, en la eficiencia energética, que es un tema distinto y que, bien o mal, ya tiene los reflectores globales encima.

En la Ciudad de México, que ya no tiene hacia donde crecer, trece de las dieciséis alcaldías dependen para su suministro de agua potable del sistema Cutzamala, sobrexplotado y que, por el aumento poblacional en el estado de México, a quien también surte, requiere de ampliaciones y proyectos de reingeniería que, además de enfrentar una fuerte oposición social, sólo serán un parche temporal.

Nuestro nivel del debate público en los espacios de opinión deja mucho qué desear. Eso ha hecho del catastrofismo un estilo periodístico más que una licencia literaria. Pero las falsas alarmas no deben impedirnos ver los verdaderos focos rojos que pueden tener consecuencias económicas y ecológicas irreversibles en menor tiempo del que pensamos. La sustentabilidad en el uso de la agua para las nuevas construcciones, en todos los estados de la república, es un tema que merece estar en la agenda legislativa nacional.

A nivel global es común que un 40% de los proyectos sobrepasen el presupuesto inicial y un 90% de los mismos se retrasen sin buena planeación

Cada vez son más las empresas, tanto del sector de la construcción como clientes finales de otras ramas de a industria, las que se interesan en reinventar sus espacios y procesos de desarrollo con la adopción de nuevas tecnologías como la metodología Building Information Modeling (BIM) o la digitalización, desde la planeación de un proyecto, hasta la cimentación, ajustes al presupuesto, selección de materiales y tiempo de entrega.

En entrevista con Centro Urbano, Jair Echeverría, ingeniero especialista de Victaulic, compañía con más de 100 años de experiencia en la solución de tuberías, dijo que cada vez se es más consciente de los beneficios económicos y ahorros en diferentes proyectos con la adopción de estas tecnologías como el BIM, Impresión 3D, el Big Data y el uso de drones.

“Hemos visto que más firmas de ingeniería, más contratistas están empezando a utilizar estas herramientas , porque reducen los costos. Es también la manera de cambiar la idea de siempre se ha trabajado así".

“Falta mucho por hacer, pero sí hemos visto un cambio importante. Lo que es la metodología BIM, estamos viendo ya un progreso en cuanto utilizar esa metodología porque ya las empresas a nivel estructural buscan innovación, qué nuevos productos, qué nuevos equipos hay para innovar“, detalló.

En la actualidad, muchos procesos de construcción son ineficientes, reflejándose en pérdidas financieras, de materiales y retraso en la entrega final de un proyecto.

De acuerdo con especialistas del Primer Congreso Internacional BIM organizado por la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC), el porcentaje de desperdicio general en un proyecto podría rondar en un 3%, pero la realidad puede ser mayor, alcanzando hasta 10%, lo que se traduce en pérdidas millonarias.

Asimismo, se estima que a nivel global es muy común que un 40% de los proyectos sobrepasen el presupuesto inicial, y un 90% de los mismos se retrasen en el tiempo de entrega.

En ese sentido, el directivo de la compañía que tiene una planta de producción en Chihuahua y un centro de distribución en Querétaro, dijo que el uso de estas tecnologías permite modelar de forma virtual las necesidades de un edificio, ya sea industrial, residencial, comercial u hotelero, en temas de instalaciones, tuberías, empaques y válvulas.

“Hay un ahorro entre el 20% por ejemplo, inclusive en el tema de desperdicios. Como tal, sí hay un ahorro considerable cuando se utilizan este tipo de tecnologías”, apuntó Jair Echeverría.

Ante este escenario, el especialista señaló que lo que se necesita en el sector es un enfoque de transformación, donde la tecnología llegó para ser uno de los facilitadores clave en la innovación en la industria, al proveer herramientas que facilitan una construcción rentable, rápida y segura, principalmente en zonas con alta demanda como en el Bajío por la industria, el norte con la minería y el sureste en temas turísticos.

Los números de la industria de la construcción en México van en picada. De hecho, su contracción dramática durante este 2019 se utiliza como un indicador, a su vez, para demostrar la recesión de la industria del país en general, puesto que es uno de los sectores del que dependen más empleos,y otros rubros secundarios de la economía. Es hora de asumir realidades: este gobierno no tiene dentro de sus prioridades ni la construcción de nuevas viviendas con ayuda gubernamental ni la contratación de obra pública equitativa a nivel estatal. Su apuesta es en tres o cuatro grandes proyectos, ya asignados de iure o de facto, en el sureste y en el callejón sin salida del sistema de aeropuertos del centro.

En este marco, la industria mexicana de la construcción requiere de un autoexamen profundo y de una reingeniería que le permita sobrevivir los siguientes años, que parecen de obstinación política respecto a las prioridades presupuestarias. Tengo la convicción de que si el gobierno insiste en frenar la inversión pública en infraestructura, liquidar todos los activos gubernamentales y dedicarse a transferir sumas de dinero a grupos específicos, que ni invierten ni producen, antes de que termine el sexenio sufrirá una parálisis que le impedirá cumplir hasta con sus funciones más básicas, como la fiscal, la de policía o la de impartir justicia. Espero equivocarme.

Y cuando la tormenta pase, se reactivará la industria de la construcción, pues se entenderá, como ocurre cíclicamente, la importancia transversal que tiene en todos los rubros de la economía nacional. En ese sentido, es complementaria de la industria energética, por ejemplo, que sí es prioridad de esta administración y que requiere de infraestructura para funcionar; en ese sentido, su supervivencia es también un tema de seguridad nacional (no es gratuito que la ley que ha invocado Trump para poner aranceles, de forma abusiva o no, sea una que se promulgó ligando la industria de la construcción norteamericana con la seguridad nacional). Mientras tanto, los actores económicos que viven del negocio constructor e inmobiliario deben reinventarse y ser sensibles a los cambios que la industria está teniendo a nivel global, porque aunque las cosas vuelvan al estado anterior, no serán exactamente iguales.

En concreto, considero que las constructoras y las inmobiliarias en México se han quedado en un modelo de negocios tradicional y, a decir verdad, uno que las vuelve dependientes de las decisiones políticas del gobierno en turno. En ese sentido, y aprovechando la tendencia que parece seguir una permeabilidad económica y migratoria con centroamérica, las empresas mexicanas pueden ampliar su vocación geográfica y de actividad.

En el primer aspecto, haciendo un cabildeo agresivo con el cuerpo diplomático mexicano para que se promuevan las inversiones de infraestructura de países de Centro y Sudamérica haciendo partícipes a las empresas mexicanas. La política exterior de Donald Trump ha provocado, casualmente, que países tradicionalmente proteccionistas hacia su precaria industria, deban ser receptivos a las propuestas de México como principal instrumentador del plan de desarrollo de la región. Muchos de esos países están por construir plantas hidroelécticas, sistemas de transporte colectivo como el metro y otras obras para las que nuestro país tiene toda la capacidad instalada y experiencia de sobra.

En el segundo aspecto, el de ampliación de las actividades, conviene que las empresas mexicanas de la construcción e inmobiliarias celebren alianzas estratégicas o formen dentro de sí nuevas áreas de investigación aplicada a su industria, puesto que en otros países se están colocando de manera prioritaria en las agendas nacionales temas como la certificación ambiental de edificios, la tecnología de realidad virtual para compraventa de vivienda, los grandes datos (big data) para mejorar la oferta de proveedores y vendedores y la ingeniería civil que optimiza, además del espacio, el entorno completo del desarrollo que se construye. Es decir, la utilidad se está desplazando desde la construcción propiamente dicha a valores que antes se consideraban como simplemente agregados.

La industria de la construcción, en suma, tiene una importancia estratégica para el desarrollo que todos los gobiernos acaban aprendiendo, pero en esa curva de aprendizaje, que puede resultar dolorosa, no pueden ser daños colaterales ni los empresarios ni los trabajadores que mantienen de pie nuestras ciudades. Es tiempo de ser creativos y no solamente reactivos.